Hoy salimos hacía Le Croisic, municipio de la llamada Costa Salvaje, en realidad en una península, bastante turística y con algunas cosas que ver.
Había mansiones, menhires, piedras con formas curiosas y bastantes kilómetros de costa.
Al final optamos simplemente por dar un paseo por el pueblo.
Dimos un paseo por el pueblo, que estaba bastante bien.
Asistimos a una escena de una señora arrasando con todos los folletos de la oficina de turismo.
Y visitamos el faro de la Jetee du Tréhic.
Nuestro siguiente destino es un pequeño pueblo, en el que el rio Vilaine hace un estuario y puerto natural.
Estas excepcionales circunstancias fueron aprovechadas por el Vikingo Bern-Hart en el siglo IX para hacer sus incursiones en la Bretaña.
Si le añadimos la gran roca de la foto, adivinamos fácilmente el origen del topónimo.
La Roche Bernard.
Salimos del pueblo y cruzamos un puente altísimo.
Justo al lado encontramos un área de piqué-niqué y como ya es hora de comer…
Después de comer ponemos rumbo a Rochefort en Terre, uno de los pueblos más bonitos de Francia: ostenta títulos como el de Petite Cité de Caractère, Les Plus Beaux Villages de France y 4 flores en Villes et Villages Fleuris
Es decir, uno de esos municipios donde realmente no vive nadie y todos los edificios son históricos y que te transportan a la Edad Media, si no fuera por los miles de turistas y los puestos de Souvenirs.
En la oficina de turismo cogimos un folleto en español que te guiaba por los lugares más representativos.
Como el lavadero o la original iglesia de nuestra señora de la Tronchaye.
Que es algo así como nuestra señora del tronco.
Según la leyenda, en el siglo IX (invasiones normandas) un sacerdote escondió una imagen de la virgen amamantando al niño en el hueco de un viejo tronco para ponerla a salvo de los saqueos.
Dos siglos después, una pastora encontró la talla en el mismo sitio, escena que podemos ver en la vidriera.
Sin embargo el lugar más misterioso de todos, fue en medio de un bosque, donde encontramos la capilla de San Miguel de la Grete.
Para merendar le dimos a Alejandra el capricho de comerse un crepe con chocolate, del que tenía antojo.
Por último nos hicimos una foto de despedida y nos fuimos a Malestroit a dormir a un área.