Sin tiempo para asimilar todo lo visto el día anterior, lugares que llevas toda una vida esperando ver, nos lanzamos otra vez a París a seguir viendo esta ciudad en medio de un calor sofocante.
Nos montamos en el metro y nos vamos al Cementerio de Pere Lachaise, cementerio del siglo XIX, con más de 70000 tumbas, que debe su nombre al confesor de Luis XIV. Hay un montón de tumbas de famosos, pero la organización que hay en unos carteles para encontrarlas es muy caótica, así que fuimos por preferencias personales de Leles a ver las de Jim Morrison (una de las más visitadas) y la de Oscar Wilde.
Después nos vamos a ver la Iglesia del Sagrado Corazón enclavada en el barrio de Montmartre. Barrio bohemio por antonomasia en el que vivieron personajes como Picasso y que teníamos muchas ganas de ver desde que vimos la última película de Woody Allen Medianoche en París.
El barrio era un hervidero de gente que iba y venía y los bares estaban atestados.
Mientras Julia se subía a un tiovivo de época, nos intentaban timar o vender pulseras de la amistad y cosas así.
La verdad es que estas situaciones le roban todo el encanto a París.
Después de zamparnos un bocadillo de salchichón, cogimos el metro para ir al museo d´Orsay para pasar la tarde viendo los cuadros impresionistas. Pero es lunes y en la puerta nos enteramos de que los lunes cierran los museos. Nos quedamos un rato viendo la cara de otros turistas que iban llegando y les pasaba lo mismo. Y nos reimos un rato.
Cambio de planes, nos fuimos a los jardines de las Tullerías y allí Julia jugó un rato en un parque y en unos chacharritos de feria, para terminar viendo el gran obelisco y el arco de triunfo en los Campos Eliseos.
Muy cansados, nos fuimos a dormir.